Tombé
Tombé significa caído, pero también es un paso
de danza clásica, aunque yo, que no sé francés lo
traduciría por tumbado, que es la acción final del caer.
Cuando empecé el proyecto tenía en mente a
una joven que es incapaz de salir al mundo, una
joven que retoza en su cama que tiene intención
de levantarse y no lo logra, lo que me hizo
reflexionar sobre el papel de la danza hoy en día,
una danza que quiere alzarse, salir al mundo y no lo consigue, en este sentido he trabajado la pieza
desde lo que representa la danza para mi, en estos momentos, una danza dormida, que intenta
despegar pero no lo consigue, una danza que se
arropa en un tiempo y un espacio neutros, que se
sustrae al tiempo del mundo, en un espacio a su
vez segregado.
¿Y que mejor representación de ese espacio que una cama? Como segregación de este mundo, el
espacio donde damos paso a los sueños, para
aislarnos del mismo. Un espacio diminuto y a la
vez inabarcable. Un espacio como alegoría del no
lugar.
¿Y que mejor representación de ese tiempo que el cuerpo mismo? Un cuerpo onírico, la repetición
de algo que ya existió, preso de la repetición de
formas pasadas, del mismo sueño.
Un cuerpo que dibuja las horas, formas que se
eternizan, en un tiempo circular. Un cuerpo fosilizado,
casi inerte y que restablece en figura algo
que una vez estuvo vivo. Un eterno retorno.
Un cuerpo cargado de motivos vacíos, (motivo
entendido como un movimiento, una esperanza
de conseguir algo) un movimiento improductivo
que no lleva a lugar alguno que permanece
fosilizado en una distorsión de gestos donde el
cuerpo, el objeto mismo del motivo desaparece,
quedando solo un movimiento que es infinito.
En tombé también trabajé la cosificación del
cuerpo, un cuerpo que el mismo es dueño o
atributo de un tiempo porque él mismo se convierte
en instrumento contenedor de ese tiempo,
un tiempo extraído a la realidad enmarcado en un
objetivo espacial, el objetivo de la cámara y en un
super objetivo, el de la mirada.
Es un cuerpo preso de la melancolía, hija de la
pereza, que se muestra en un estado de contemplación,
un estado de vigilancia donde la soledad
se revela a si misma, es un estado de espera, de desapego. Un cuerpo que deambula en un espacio limitado, dando vueltas alrededor del centro,
construyendo su propio testimonio perezoso y
melancólico que el mismo construye.
En el proceso de creación se trabajó desde la caída
y la recuperación, el tombé, y también desde
la pausa y el movimiento, el arranque del movimiento,
que no surge de una parte en concreto
del cuerpo sino del centro de este.
En tombé el movimiento lo entiendo como la
transición o paso de una estaticidad a otra estaticidad,
pero que no es un movimiento real porque
no se realiza cambio alguno, no hay esperanza.
Es un cambio en el sentido de la forma básicamente.
Es un retozar en su propia forma, incapaz
de enfrentarse al mundo, porque su mundo es
un retazo de vida donde espacio y tiempo han
sido robados a esta. Un fragmento de cuerpo,
una porción de espacio que dibuja fracciones de
tiempo, un cuerpo que dibuja espacios en un no
lugar ya recortado, extraído a la vida. La constante
pereza de un cuerpo tímido que no se acaba
de mostrar por completo, que deambula revelando
una vez más exclusiones de extremidades
En este momento, veo la danza como el arte de
segregar espacios y tiempos, concentrarlos en
rectángulos, ya sea la caja escénica, la pantalla
del televisor o el marco de un cuadro, todos estos
contenedores me muestran un pedazo de la vida
que por recortada, ya está muerta, es un sustraerle
a la vida su aliento pero a la vez para mi
representa el ansia de inmortalizar ese momento.
En Tombé aparece una mirada hacia la danza
contemporánea, como danza que ha perdido su
tiempo y porque no , su espacio, una caída vertiginosa
y esto es lo que tiene en común con la
danza clásica ( que aparece en tombé de forma
más oculta) una vez más sustraída a la realidad
encuadrada en un aparato de televisión.
Una danza que no cesa, un tiempo que por circular
se sostiene y es sostenido como si se detuviera
en la inactividad de un cuerpo que se muestra
pero que es improductivo, es una espera permanente,
una melancolía, un esfuerzo que se esfuma
en el mismo momento que se muestra.
Caer, la eterna caída, el cuerpo se recupera para
volver a caer, para volver a zambullirse en la pereza.
Esa pereza que va de la mano de la melancolía,
de la creación que se espera, la creación que
nunca llega.
La danza como la pereza articulada en movimiento.